Dios nos ha dado libre albedrío, es
decir la posibilidad de elegir, decidir en nuestra vida. Muchas veces nos
cuesta tomar una decisión, cuando vamos a un restaurante hay personas que les
delegan a otros la elección de su plato, para citar un ejemplo.
Es parte de nuestra seguridad de ser
nosotros mismos. Durante 16 años tuve a mi abuela materna, y pude compartir
muchas cosas con ella, sin embargo la gran lección que me dejó fue darme cuenta
de que podía decir “NO”, y la anécdota es la siguiente:
Tenía unas amistades de cierta
religión que me habían invitado a una reunión un día domingo en la tarde, les
había dicho que si pero internamente mi voz interior no tenía ganas de asistir;
ellos habían quedado en pasar por mi. Mientras me vestía con toda la flojera
del mundo, me asomé al patio y allí estaba mi abuela… con mi cara fungida hice
el comentario “me invitaron pero no quiero ir”. Ella en un tono un poco agrío
me dijo algo más o menos así: “Muchacha ¿y para qué tienes boca? Di que no y
punto”. Cuando tocaron a mi puerta, salí y les dije que no los acompañaría,
ellos insistieron, inclusive fueron dos veces a buscarme, y mi respuesta fue un
NO rotundo.
Eso me hizo sentir genial, bien
conmigo misma, porque había dicho que NO, pues eso era lo que decía mi alma.
Tomé una decisión simple pero que me había dejado en paz conmigo misma, en vez
de tratar de complacer a otros. Fue un incidente cotidiano que se convirtió en
trascendental pues marcó mi vida, y se convirtió en una de las enseñanzas más
importantes que mi abuela me dejó. Así que cada vez que me toca decidir, o tal
vez decir “NO” recuerdo a Emilia diciéndome ¿y para qué tienes boca?
En realidad cuántas veces cedemos
nuestro poder para que otros tomen decisiones por nosotros, o decidimos
tratando de complacer a los demás sacrificando nuestra propia voz interior,
nuestro sentir, nuestra esencia. Bueno si usted hace esto constantemente, es su
vida y se le respeta, no obstante para mí el poder de decidir, el libre
albedrío es sinónimo de libertad, y eso es agradable experimentarlo.
Hace mucho escuché una anécdota en
televisión, de Carlos Fraga excelente motivador venezolano, él comentaba que en
otro país latinoamericano existía una fundación que va a los hospitales a
maquillar, afeitar y peinar a los pacientes enfermos de cáncer. Y que un día a una
de las responsables que estaba iniciando
su labor se le acercó una enfermera, para indicarle por favor no molestara a la paciente que se
encontraba al final del pasillo, porque ya estaba grave, quizás en sus últimas
horas de vida.
La maquilladora se dedicó a otros
pacientes, cuando de repente escuchó que la llamaban y se percató que era la
señora que estaba al final de pasillo. Se acercó hasta el sitio y la paciente
preguntó: ¿usted es la que maquilla?, quiero que por favor me arregle, me
maquille.
Entonces la estilista le dijo ¿por qué quiere que la maquille? Respondió: porque toda mi vida permití que
otros tomaran decisiones por mí. Hoy el cáncer me da la oportunidad de decidir
cómo quiero morir, y quiero morir bonita, ya que siempre fui coqueta y me
gustaba arreglarme. La voluntaria la complació, y la señora falleció al día
siguiente.
Definitivamente esa anécdota me
mueve el corazón, si lee estas líneas quiero instar a la reflexión de
aprovechar nuestra vida, es un don de Dios, tiene libre albedrío` utilícelo
para bien, no sabemos si tengamos la
oportunidad como esa señora de decidir en último momento, por eso le invito
desde ahora: aproveche y decida amarse, decida ser feliz, decida
bienestar. Disfrute elija lo que le gusta, de ponerse el pantalón del color que
le plazca, el labial de su agrado, de decidir comer lo que le apetezca sin
importar que lo critiquen.
Les saluda,
Egleé Yadira Fábrega M.
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