¿Qué es lo primero que se nos viene a la mente al
escuchar la palabra “servicio”?
Existen varias definiciones entre las cuales se destacan: es un trabajo que
se hace para otra persona, conjunto de actividades que se realizan para satisfacer
a un cliente, favor o beneficio que se le efectúa a alguien, actividad
económica, personas que trabajan como criados en una casa, etc.
Como especialista en Mercadeo, el concepto es la prestación de un bien
intangible, además de emplearlo como estrategia de diferenciación con la
finalidad de lograr la fidelización de los clientes; sin embargo desde el
ámbito espiritual tiene una dimensión profunda, gratificante y hermosa.
Particularmente me gusta esta definición en un sentido amplio que afirma es
el conjunto de acciones que son
realizadas para servir a alguien, algo o alguna causa. Y qué significa “servir”:
ser útil, trabajar, producir.
Cuando realizas esta actividad con
amor te brinda muchas satisfacciones personales. No obstante algunas personas no
les agrada la idea de prestar servicio porque lo confunden con servilismo,
lo cual es sumisión ciega, adulación, esclavitud. Es un término (servilismo)
usado como degradación de la dignidad, es decir despectivo.
Teniendo claro los dos conceptos podemos discernir que servicio no es lo
mismo que servilismo, pues tiene un
valor profundo, más allá de las estrategias de marketing, y definirlo como
actividad económica, como un producto intangible, en su mayor expresión implica en sí un
aliciente espiritual, es tan maravilloso que se trata del trabajo, de producir en
beneficio de otros o de una causa; y lo más sublime, en su máxima expresión es
poder servir a Dios, a través de nuestra vida, de nuestros talentos y trabajo.
Que hermoso es escuchar de alguien que tuvo una vida de servicio a Dios. Me
gusta mucho leer la biografía de los santos, pues hay muchas historias
motivadoras y como ejemplo tenemos a nuestro venerable José Gregorio Hernández,
una vida de servicio a Dios a través de su inteligencia, estudios, de su labor
de médico, investigador, ciudadano y profesor.
Ahora bien, muchos creen que si no son misioneros o religiosos no pueden
servir a Dios, todos podemos prestar servicio al padre ¿Cómo? poniendo a su
disposición nuestros talentos, a través del trabajo diario. No importa el lugar
donde se encuentre, comience desde allí a bendecir su día a día, a dedicarle su
labor al todopoderoso.
Usted no trabaja para sus jefes terrenales, sino para el padre. Su trabajo
es un servicio, tal vez no sea consciente en este momento del impacto que pueda
tener en cada persona con la que haga contacto, de cómo el resultado de su faena
pueda beneficiar a un usuario o consumidor. Rece y pregúntele al padre ¿en qué
te puedo servir? ¿Cómo puedo serte útil con mis talentos? “Pongo con todo amor
y humildad mis talentos a tu disposición, por favor muéstrame el camino en el
que pueda serte útil”. Y esto cambiará su vida, porque ya será consciente de
que usted es instrumento de Dios y será bendecido.
Es cierto también podemos prestar servicio como voluntarios, en obras de caridad, en
actividades y tradiciones del culto o religión que profese; a pesar de ello hago hincapié en que Dios está con nosotros en el día a día, no es suficiente dedicarle sólo unas
horas o minutos a la semana o al mes, resulta que es en la "actividad principal" en la que
nos desenvolvemos donde hacemos el servicio al padre, nuestra bella
contribución a su obra.
¿Por qué afirmo que el servicio a Dios está relacionada con la labor del
día a día? Porque resulta que los talentos, la vocación y hasta los hobbies que
usted tiene no son casualidad, son parte de su equipaje, de las herramientas
que Dios le dio para cumplir su misión en esta vida, para autorealizarse, ser
feliz.
La magia del servicio nace desde nuestro interior, escuchando la voz del
corazón, cuando nos dejamos guiar por esa brújula que nos indica lo que nos
gusta, esas actividades que nos llenan de alegría, sintiendo ese llamado, esa pasión que te
impulsa y arrastra hacia determinada profesión, hobbies u oficio.
Por ello es crucial que conozcamos nuestros talentos, elegir el oficio o
profesión que nos gusta, eso que nos hace vibrar el corazón, ya que si lo
dedicamos al Padre, todo fluirá desde el alma, estaremos en armonía con el Universo,
desde nuestro sentir; el día a día de trabajo será una bendición no un simple
compromiso y de allí todo lo demás vendrá por añadidura. ¡Ame su trabajo!
No sólo labora por un pago, por un quince y último, o por una comisión;
sino que es un servicio a Dios y eso nutre el alma, satisface. Como dicen por allí
“Donde sea que Dios te haya plantado florece”, tal vez muchas personas piensen
que su labor no es tan espiritual o no está muy relacionada al servicio del
todopoderoso; pues están equivocados porque nuestro padre está presente en
todas partes, y principalmente dentro de nosotros, sólo debemos darnos la
oportunidad, pedirle su guía para serle útil en el lugar donde nos corresponda
estar en ese momento.
Quisiera hacer énfasis que nuestro trabajo debe ser en beneficio de
los humanidad, para el bien, por nuestros valores no podemos participar en actividades
que dañen o perjudiquen a alguien.
Esas creencias de que el trabajo lo hizo Dios como castigo son falsas, todo lo contrario es otra bendición del padre,
a través de la cual crecemos, compartimos, evolucionamos a nivel espiritual, personal
y profesional.
Así que el trabajo nos dignifica, no importa que profesión u oficio tengas,
siempre que sea honrado podrás ser útil a la obra de Dios. Si le agrega el
toque de amor, se divierte, lo hace bien, lo disfruta, tiene la ética e
integridad presente, trabaja en armonía con sus compañeros y es conciente
del impacto de su servicio, tendrá el éxito garantizado. ¡Será feliz! y esa
energía se proyectará.
No estoy descubriendo América cuando afirmo que existen personas que sirven
a la ambición desmedida, al dinero, poder, fama, a las posesiones materiales,
pierden los escrúpulos y no les importa llevarse por delante a cualquiera,
incurren en estafas, corrupción, etc. Eso es servir al mal, pues usan sus
talentos en búsqueda de satisfacciones fugaces.
Siempre he tratado de que las personas que trabajen en mi entorno se
enfoquen en laborar con entusiasmo y ética. Muchos manifiestan que no vale la
pena esforzarse porque los jefes, las empresas no lo reconocen, y les he dicho
que lo importante es que nuestra conciencia esté tranquila, la satisfacción
personal nadie te la puede quitar. Además lo más valioso es nuestra integridad
ante Dios, porque todas nuestras acciones son vistas por una multitud allá
arriba en aquel lugar llamado “cielo” y tal vez podamos engañar a los demás
pero al padre no.
Además quisiera aclarar que para dar lo mejor de nosotros no necesitamos
adular, engañar, menospreciar, ni violar los derechos de nadie. Además de amor
y respeto por los demás se debe tener “humildad”, palabra corta pero que abre las puertas en todas partes del planeta. Asimismo si coloca sus talentos al
servicio del padre, no es apropiado ser arrogante, pues eso no concuerda con ser instrumento de luz. Esa actitud de humildad presente en el momento de la
oración no se debe olvidar en el día a día.
Otra acotación importante es que amar nuestro trabajo, no es aferrarnos
a una empresa, a un cargo, al poder o posición. Es amar lo que hacemos, que en
cualquier empresa, negocio, país donde nuestro camino nos lleve seamos ese
instrumento del padre para el bien., recordar que todo es temporal y cambiante.
Igualmente debemos evitar hacernos adictos a la labor, tener un equilibrio,
amamos el don de Dios llamado Vida, y eso implica cuidarnos, comer a las horas
indicadas, dormir, descansar lo suficiente, recrearnos, compartir; en pocas
palabras recordar que hay tiempo para todo.
En resumen según lo expuesto en los párrafos anteriores la magia del
servicio se inicia en nuestro
interior, cuando se hace desde el corazón, a través de él sirves a Dios, y ¿Cómo?
Siendo diligente, haciéndolo bien, con amor, alegría, optimismo, honestidad y dedicación. Bendiciendo
cada día nuestra labor, dedicándoselo al todopoderoso, poniendo nuestros
talentos a disposición del bien, dándole
las gracias cada noche por la oportunidad y finalmente decidiendo ser luz en el
lugar de trabajo, colaborando, trabajando en equipo, respetando y valorando a
los demás, actitud de humildad y siendo la mejor versión de ti mismo (a).
Todo ello le abrirá los caminos a nuevas oportunidades, quizás a darse
cuenta de que necesita perfeccionar ciertas cosas, innovar o prepararse. Y el
mejor premio será la satisfacción personal de servir al padre.
Este es el primer gran paso para la Magia del Servicio, que muchos autores
de marketing han dejado de lado dándole importancia a una sonrisa fingida, a un saludo frío y preestablecido, entre otros.
Para finalizar con esta idea que me fue inspirada y dice que de esta forma su servicio se convierte en algo sagrado, valioso e importante para usted; porque
forma parte de su huella personal.
Que alegría poder servir a Dios en
nuestro día a día con amor y disfrutarlo.
Todos los días agradezca no sólo porque tiene trabajo, sino por esa
maravillosa oportunidad de ser instrumento de luz con sus talentos. Recuerde no todo es dinero, no sólo de pan vive el hombre.
Bendiciones,
Egleé Yadira